Suelos saludables: cuatro prácticas eficientes para proteger este recurso finito

El suelo es un recurso natural finito del que depende la vida en nuestro planeta. Se necesitan 100 años para crear solo tres milímetros de nuevo suelo que, a pesar de ello, puede destruirse en un instante. Es el filtro natural de agua más grande del mundo y un hábitat en el que proliferan millones de microorganismos que mantienen el ciclo vital.

Este recurso es la base de la producción de nuestros alimentos y el sustento de la biodiversidad. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, esa capa de tierra es responsable del 95% de la producción de alimentos a nivel global. Y está sometida a una enorme presión de producción, ya que será el sustento para proveer a más de 10 mil millones de personas que se estima poblarán la Tierra en el 2050.

El Índice Global de Seguridad Alimentaria, realizado por Economist Impact y patrocinado por Corteva Agriscience, muestra que las amenazas a la producción agrícola son más grandes que nunca. Los suelos sanos se están perdiendo a un ritmo preocupante: la fertilidad está en declive, la salinización, erosión y sobreexplotación de la tierra están ocasionando la pérdida de terrenos productivos.

Preservar el suelo en estado saludable, no solo es una vía para obtener alimentos seguros, sino que es esencial para promover buenos rendimientos de cosecha y la sustentabilidad del mismo a largo plazo. Por ello, en el marco del Día Mundial del Suelo, que se celebra cada 5 de diciembre, estas son algunas prácticas eficientes que los agricultores pueden implementar para el manejo de este recurso y aumentar su productividad:

 

  1. Conectar con la salud del suelo. La tierra contiene una gran variedad de organismos benéficos y estos responden al manejo de las prácticas del suelo que se implementan en su campo. Por esta razón, es de suma importancia ser selectivo en cómo se usan los insumos agrícolas para evitar perturbar a los organismos benéficos.

  1. Adoptar prácticas de labranza mínima. Este procedimiento consiste en intervenir lo menos posible el suelo al momento de cultivarlo, de tal manera que no se interfiera en los procesos naturales que se desarrollan en él.

  1. Proteger los nemátodos benéficos y reducir los dañinos. Las cosechas extraen los nutrientes del suelo a través de sus raíces, no obstante, una gran variedad de factores puede destruirlas. Una de las amenazas más comunes son los nemátodos dañinos, por ello, es elemental conservar los nemátodos buenos y controlar los malos.

  1. Plantar cultivos de cobertura. Este método consiste en mantener el campo de labranza cubierto con material orgánico verde o seco para mejorar la fertilidad de la tierra.

El mundo ha tardado en darse cuenta de la necesidad de conservar el suelo, pero tanto empresas, organizaciones y gobiernos ya realizan distintos esfuerzos para afrontar este problema.

Corteva Agriscience, empresa agrícola global, cien por ciento enfocada en el desarrollo de tecnologías y soluciones para el agro, realiza acciones en las que combina la protección de cultivos, tecnología y experiencia agronómica para ayudar a los agricultores a defender sus campos contra las amenazas, regenerar sus recursos naturales y mejorar los rendimientos por hectárea, mientras minimiza el impacto medioambiental.

Sin duda, un simple cambio en el manejo de la tierra permite avanzar hacia la salud de este recurso, y reconocer el papel que juega en beneficiar los suelos agrícolas y el planeta puede crear un valor duradero.

 

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